Hola, yo soy yo. Yo soy único. Todos me miran. Y yo me miro en todos los espejos que encuentro en el camino, sólo para chequear que el pelo esté en dónde tiene que estar.
En mi casa, si tenés la suerte de que te invite para desenvolverte como a un regalo nuevo, te mostraré las reproducciones de Andy Warhol que me compré en Palermo Shushi. Y toda mi colección de discos de artistas que seguramente no conocés, porque claro, pobre tonta, seguramente no tenés idea. Vas a ver que todos los detalles que elegí colocar ahí, están especialmente pensados para conectarme con ese anhelo de consumir cultura que todos tenemos hoy en día.
Voy a prender un fasso. Pero no cualquier fasso. Uno especial que tengo guardado. Uno de florcitas, único para este momento. También te ofreceré vino. Cosa de que te vayas alegrando y pierdas ese control que me irrita de vos.
Colecciono antiguedades que consigo en el barrio de San Telmo y también en el mercado de pulgas de Dorrego. No me gusta la cosa vulgar. No me gusta la grasa de las capitales. Cuánto menos luz haya en un ambiente, mejor para mi, porque la luz atrae a los bichos, y estoy cansado de los bichos.
Vengo de una buena familia, pero no quiero que lo sepas. Te vas a dar cuenta por los detalles. Tengo desprecio por todo lo que no encaje con mi escenario cool de descanso. Sé apreciar lo bueno. Y lo bueno es escaso. Difícil de conseguir. Como yo.
Estoy muy angustiado porque en el fondo sé que hay un gran vacío. Y por eso me gusta llenarlo de belleza y elegancia, para distraerme no más.
Cuando te des cuenta del semblante, ya me habré ido, porque me salta la chaveta fácilmente. Y también me aburro fácilmente con lo fácil. Y vos querida, fuiste fácil. Te la creíste y cuando te diste cuenta estabas hasta las manos conmigo, yo ya había perdido la ilusión del misterio.
Chau mariposa, a otras cosas. Sé que morirás por mi. Pero no te engañes. No soy yo lo que querés. Querés ser tan semblante como yo. Ya descifré la ficha, ya no me interesa.
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