miércoles, 18 de mayo de 2011

el florista y el florero

fue en una fiesta de disfraces por la zona de carapachay. la entrada era paga incluyendo la consumisión y el transporte. el grupo de gente disfrazada salía del microcentro. pero primero se juntaban en el departamento de una de las chicas y de allí salían a tomar el subte. ella eligió un disfraz para nada sensual, nada de diablita ni de conejita de playboy. un vestido con volados y largo hasta por debajo de las rodillas color camello y con estampas hindúes de pareo. unas plataformas marrones que le sacaban la ventaja de diez centímetros. un cinturón ancho de gamuza a la cintura y muchos colgantes. collares larguísimos con piedras terracota, pulseras de madera floreadas, un par de aros largos de bronce y el típico lazo en la cabeza con el pelo planchado que le llegaba hasta la cintura. el disfraz resultaba un extraño intento de hippismo chabacán. se embadurnó los espacios de piel al descubierto con purpurina dorada y el rímmel negro le sirvió para hacerle honor a sus pestañas tupidas. para concluir, se dibujó un lunar al costado de la boca y una flor en el pómulo contrario.
la fiesta no venía bien encaminada y ya habían pasado dos largas horas. hacía frío para ser comienzos de diciembre. el pasto estada húmedo. la bebida era escasa y la música dejaba mucho que desear. no quedaba otra que moverse por inercia. por lo que se ponen a bailar las chicas en ronda. al rato se acerca un pibe de mediana estatura, pelo largo y lacio, tez oliva que le pregunta de qué se había disfrazado, si hacía mucho que venía a estas fiestas, cómo la estaba pasando. la agarra de las manos para guiarla y la lleva de maravillas al ritmo de la cumbia cuarteto. bien, piensa ella. sabe moverse. sabe moverme. bien. llega el amanecer. y con el amanecer el beso. un beso tierno a la vez que erótico. no sólo se entienden bien bailando sino que se entienden bien transando. el escenario no puede ser mejor, pero llega la hora de irse y el micro espera en la puerta. intercambian teléfonos y quedan para otra vez.

llega un mensaje de texto. hermosa de acá, bombón de allá. que cómo estás. que cómo te trató la vuelta, etc. le responde. bien. todo bárbaro. otro mensaje. a qué hora te puedo llamar. ahora sería un buen momento. ok.
-sabés qué, te tengo que confesar algo, no me acuerdo de tu cara porque estaba muy borracho, pero mis amigos me dicen que estas muy buena. y tu voz me encanta, así que cuándo nos vemos? ya sé. te paso a buscar este sábado. podés? quedemos a las ocho.
suena el portero. contesta que ya baja. chequea por última vez el espejo. cierra la puerta. toma el ascensor. abre la otra puerta y ve estacionada sobre la acera una camioneta blanca estampada con retazos de flores en colores flúo y un logo gigante que dice flores antolín.
el pibe la saluda desde el asiento de conductor. se baja. le abre la puerta. le dice que sus amigos tienen razón. le da un beso. le cierra la puerta. se sube al camión. le agarra las manos. le hace un comentario sobre el maquillaje y la vestimenta. se van acercando cada vez hasta quedar frente a frente. él le toma el cuello lentamente, le acomoda la cara, le corre el pelo y le da el primer beso de la noche. besos mejores que los últimos que ambos recordaban.
- te voy a llevar a un bar que conozco. queda en zona norte.
- dale. me gusta la idea. el tema es que después no sé cómo volverme.
- pero cómo me vas a decir eso? yo te vine a buscar, yo te traigo.
- bueno, gracias.
santa fé, juan b. justo, acceso norte, panamericana, avenida importante de zona norte. bar chetísimo. todo blanco manteca. mesa de madera sobre la amplia vereda. sombrilla. sillón de cuero. vino tinto. éste. y ésta picada. parecen entenderse. parecen hablar el mismo dialecto. la conversación va del frío al calor del pasado al presente. de relaciones anteriores primeras veces. y cada tanto otro beso. y cada tanto acariciarse las manos porque se están conociendo.
-voy al baño.
- bueno, dale. pido la cuenta, te parece?
-como quieras. después dividimos.
-vos estás loca? yo pago.
- bueno. gracias.
- vamos que te llevo. por autopista son veinte minutos. la pasé bien. te quiero volver a ver.
-yo también. hablemos en la semana.
-dale. hasta luego.
besándose les resulta difícil detenerse. pero tienen que despedirse.

mediados de semana, otro mensaje de texto. que bombón, que preciosa, que cómo estás. que bien. que un poco cansada. pero por suerte está acerca el fin de semana. qué bueno, qué bien. que yo estaba pensando este jueves. que qué te parece. que bien. que trabajo hasta las seis. que estoy en zona norte. que ok que te llamo.
-bárbaro porque te iba a decir de venir a buscarme al negocio. yo no puedo salir antes. tengo que cerrar. queda cerca de tu trabajo. te tomás el colectivo rojo y blanco con el cartel amarillo en el puente y te bajás en la avenida al 4800. vas a ver un cartel, el de la florería. te espero ahí.
-ahí estaré.

ahí estuvo. estaban cerrando cuando llegó. había un perro enorme, pesado y viejo. lo llamaban bernardo. ella mira atentamente cada detalle tratando de imaginar algo más de lo que puede recordar. los arreglos. los floreros. las fotos. él despide al último empleado y a su hermana que lo mira con cara de traste y le hace un gesto que no pasa desapercibido para ella. hay algo raro. él le contesta con otro gesto y con un, no te metás. la hace pasar al piso de arriba. suenan los all stars haciendo the dark side of the moon. ella pregunta quienes son. él le cuenta y le ofrece algo de tomar. ella le pide un vaso de agua. ve una imagen del papa juan pablo segundo. hace un comentario sarcástico y desacertado. nota que el flaco lleva colgada una gran cruz en el pecho. decide callarse para mejor. él le dice que tiene que terminar unas cosas en el depósito de flores. ella encantada, se suma. recorre el pasillo del gran vivero. se detiene en la parte de las orquídeas. le cuenta que una amiga trabaja haciendo arreglos florales. él le cuenta que las rosas las importan de ecuador y que para trasladarlas, el avión tiene que estar equipado con cámaras de frío. además, se almacenan a x grados porque así conservan el aroma original. él termina lo que tiene que hacer y luego le propone ir a otro lugar más cómodo
-te parece ir hasta pacheco?
- me suena, pero no tengo idea de dónde queda.
- es por acá cerca. ahí tenemos una casaquinta.
- y ahí no hay nadie?
- no. sólo nosotros.
- me parece. pero mañana tengo que estar a las ocho y media en el trabajo.
- sí. yo también. nos levantamos temprano. te va a gustar.
él hace un llamado rápido. mamá, no me esperes en casa. y otro llamado rápido. che, marcos, te queda algo de lo de la otra vez? ok. será otra vez. después hablamos. llegan a la casaquinta. piden una pizza delivery. otra vez ella sugiere ir mitad y mitad. otra vez él se niega rotundamente. mientras esperan que llegue se fuman unos mentolados y se hacen confesiones. comen. se terminan dos cervezas. entonces, él sugiere que porqué no se dan una ducha. cada uno por su lado obviamente. algo que a ella le resulta extraño, pero dicho de la manera exacta logra su adhesión. se encuentran en la cama. ponen el despertador. hay algo que no funciona. algo que no concluye. hay algo que sale mal. algo que se rompe. se quedan dormidos rápidamente. se levantan muy temprano y mientras ella se arregla y se da otro baño rápido, él prepara café para los dos. la acerca al trabajo. durante el día ella le mensajea que para evitar la duda y la consecuencia de lo que ocurrió, va a tomar unas pastillas. él lo menos que puede hacer es llamar para saber cómo está. pero no. esta vez no llama, no mensajea, no constesta, no aparece. ella en cambio, decide instigarlo. le cuenta a una compañera del trabajo de la aventura. ésta chica decide tomar cartas en el asunto. agarra el teléfono de la oficina para llamar a ese celular. atiende él, pero nadie contesta del otro lado. cortan. se matan de risa. siguen haciendo esto toda la tarde y todos los días durante dos semanas. el último plan se le ocurre azarosamente. googlea el nombre del pibe y aparece la página web del negocio. decide dejarle un último mensaje expresamente dirigido al hijo del dueño, firmado anónimamente, para sellar el asunto. iglesia e hipocresía suelen acostarse juntas.

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