jueves, 18 de octubre de 2007

des velo

Son casi las horas de levantarse. Hace mucho tiempo que no me quedaba despierta para escribir a estas horas. Estoy escuchando una música preciosa de unas señoritas que hacen música experimental casi de oídos de niños, con sonidos de la infancia y una voz finita de esa que hacen los niños cuando actúan en su soledad espontánea. Por ahora me lo permito a este desvelo. Sé que tengo pilas de cosas que hacer y pilas para hacerlas, pero que hoy no pude conciliar el sueño luego de despertarme en el futón de haberme quedado dormida viendo esa película de amor de Winona Ryder y de esos arquetipos femeninos de historias amorosas. La última vez que me sucedió esto mismo de quedarme dormida con esta película, fue antes del retorno de lo reprimido, allá por Mayo. Allá por el Otoño, el cumpleaños de mi mamá. Ayer por la Primavera, el cumpleaños de mi papá.
Creo que este es el momento de hacer mi propia historia de amor, mi propia relación de pareja. De saltar al abismo del más allá de edipo y de sus intrincadas desventuras. Decantó por sí solo, las palabras me fueron conduciendo sola a esta conclusión. Y para todo esto hay un paso previo, del que ahora me realizo. Cuento lo que puedo y quiero contar, los detalles sean irrelevantes.
El camino del desvelo que condujo a mi cama. En la habitación sonaba Bebel Gilberto, rallada. Y pensaba en lo que había sucedido a penas unas horas antes. Pensaba que quería escribir sobre aquello, en mis archivos privados. Y que luego ensayaría una especie de conclusión aquí mismo. Fue lo que hice, pero antes de escribir, me puse a revisar un poco las historia de algunos escritos. Y ví tantas cosas con tanta claridad, que casi me espanté del horror evidente. Pero acudí a ese ayuda memoria, conducida por una revelación que me hicieron hoy por la noche. Una confesión que nunca había estado tan clara, o que yo no había nunca escuchado con esta misma disposición de ahora. Se habló del pasado, y se exorcizó. No se ha curado todavía, pero sanando va de a poco. Hoy de nuevo me toca esperar un turno. Y no lo vivo de esa manera. Lo vivo como un proceso de maduración. Que este tampoco sea el momento, no me inquieta, ni me asusta. Más bien, lo sé con plena certeza. Y también sé que estoy aún más cerca que hace un tiempo atrás. En standby nuevamente. Ese es sólo un ingrediente fundamental de tal desvelo, hay otros aderezos-ingredientes. Mis encías sangrantes. Me cuesta ver mi oscuridad. Pero no la puedo negar, porque es bastante fuerte y agobiante de sentir.
Hace un tiempo atrás estuve metida en una relación de la que siempre hablo mucho, por lo calante que fue la experiencia, pero nunca quizás con tanta honestidad como hoy. Y hace un tiempo nomás había decidido callarla, para dejarla irse lejos, bien lejos. Hoy resurge esa realidad porque es coexistente con esta a pesar de haber calladola previamente para evitar que vuelva a despertarse. Hoy le hecho tierra, me paro sobre ella, lloro mi breve llanto, y miro al horizonte con una sonrisa de amanecer. Me siento un vampiro. Mucho tiempo me sentí un vampiro y a la vez me sentí vampirizada por aquella persona. Juntos nos íbamos a dormir a la hora que los vampiros iban a dormir. Y casi siempre soñábamos pesadillas juntos, pero ya no podíamos arrancarnos más piel, entonces nos dejamos ir. Esa es la oscuridad de la que hablo y de la que me hago cargo, con mi capa de maga. Yo sé perfectamente que esa experiencia de amor me transformó los cimientos. Pero no gracias a él. Sino porque él potenció aquello en mi. Pero aquello ya existía desde siempre. Asumo que algunos me podrán entender. El enemigo no está afuera, sólo que se ve a través del reflejo de otros. Lo que se refleja es la propia enemistad, la traición original a nuestra naturaleza, la de haber caído por orgullo de rodillas. La de haberse arrastrado humillado en su propia tierra. La tierra absorbe, atrae la oscuridad. La pega a si misma. Para levantarse de aquella atracción oscura es necesario conectarse con el cielo, con la mirada hacia arriba. Ya no vemos solo la tierra donde yacen nuestras narices, ahora hemos levantado la cabeza, hemos visto cielo y luz. Ahora debemos pararnos sobre nuestros pies. Claro, desde la tierra. Con los pies apoyados en la tierra, sosteniendo nuestro propio peso de huesos, piel y órganos. Pero hemos sido creados bípedos, con una columna que necesita erguirse para poder caminar y crear. Y creer. Yo creo que esta vez puedo elegir otra realidad para mi, otra forma de acercarme al amor, otra forma de encontrarme con otro al que eventualmente llegaré a amar a través de conocernos. Lo que sucede ahora, es que recién me estoy despejando de aquellos restos kármicos y que las ilusiones que aparecen en mi vida, muchas de ellas me convocan a aquel lugar, pero ya no lo tolero. También elijo hoy conectarme con otras naturalezas, que traigan luz y vida. Relajación. Confianza. Entendimiento. Compañerismo. Juego. Disfrute. Sonrisas. Aquellas que despierten negatividad, deberán ser dejadas, alejadas. Algo aprendí del autopreservarse en este tiempo. Algo aprendí, algo recuerdo, algo olvido por momentos cuando me dejo llevar por ese poco de oscuridad que aún habita en mi. Pero esa leve oscuridad está cada vez más iluminada con entendimiento.
Ahora será momento de redefiniciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS POR COMPARTIR! tengo los ojos con lágrimas de emoción por semejante transformación! :D y nuevamente con su mirada me enseña a mi y me pone las cartas sobre la mesa.
Sabes quien soy, me conoces bien y estamos en conección. Segui así BUTTERFLY!