Rubén tenía la mirada partida, una nube que esconde la intención que ya no brilla porque curtió mucho la calle y sus devenires se lo curtieron a él. Por eso con Rubén había que poner freno de mano constantemente, tierra a la labia fácil y a los intentos amigables pero invasivos de formar parte de la camada de gitanillos.
Rubén si bien se las daba de seguir su corazón, no había logrado poner las especulaciones a un lado porque la supervivencia eso te enseña, adelantarte la jugada. Una de sus frases de cabecera: cuando vos viniste, yo fui y vine, fui y vine.
Rubén. Rubén era un excelente imitador de las desgracias ajenas, de las caricaturas humanas. Se la pasaba a los gritos pelados en el campamento llamando a Estela, una que cuidaba del lugar, y te contaba historias mientras se tocaba la naríz con el tabique descompuesto por tanto té de coca.
Estela aparecía de la nada como un fantasma, blanca de espanto, por entre las sombras. Suponíamos que se alimentaba de las luces del monte, que tenía algún tipo de arreglo con esas energías poderosas. Aparecía y de la nada te decía, el fuego ahí no, pero qué rico el asado.
Rubén te decía que él sabía mejor de los otros, que los otros. Se enojaba con el tío, se enojaba con todo el mundo porque se creía un ser especial. Estigma de mártir: yo vengo a ofrecer mi corazón pero no lo podés rechazar. Es a mi manera o a ninguna otra.
Rubén y yo vimos las luces en el cerro una de esas madrugadas. Fuimos a buscar respuestas al camino del río seco pero como la luna estaba en menguante no podíamos seguir entre la oscuridad con apenas la linterna del celular.
Rubén había cagado a unos cuantos, pero siempre encontraba la manera de justificar sus cagadas. Para las cagadas hacen falta dos, y él tenía siempre muy en claro la parte de la cagada que no le correspondía. Casi que te la resfregaba por la cara para que entiendas.
Rubén, disculpame, pero no fui a la cita en constitución. No tuve manera de avisarte.
Rubén, unos días después, yo tampoco fui a la cita en constitución, disculpame, me agarró faringitis porque me dijiste un par de cosas que no me gustaron. por no decir bronquitis.
Rubén, encima que yo me sentía culpable por no avisarte y te avisé de la manera que pude, vos pudiste haberme llamado como todos esos días que encontraste el modo de llamar para mantener la presa vigilada y encima yo vengo a sentirme una mala persona. Por favor, Rubén.
Es corta la bocha.
Sálvense, esto es una gran equivocación, decían los pájaros aquella mañana.
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