lunes, 3 de octubre de 2011

lo bello y lo bestia



lo bello era libriano. lo bestia también. tenía cara de roberto, pero sin barba. los ojos achinados pero tristes, como de campo. los labios gruesos, la sonrisa perfecta y daba besos zopapa. dejaba la tabla del baño subida. hablaba como gritando. hablaba sin parar, y hacía muchas preguntas. hacía burla de sí mismo y de los demás, estaba en personaje, siempre arriba, como luchando con la inercia de no querer estancarse, y sin embargo, se estancaba la líbido ahí, le iba y le venía el deseo, misteriosamente. son muchas cosas, es la exigencia. es la mediocridad, me decía en tono de intimidad que se confiesa a sí misma. agarraba la guitarra que tenía las cuerdas equivocadas y se zapaba alguna que otra chacarera, pero lo que más le gustaba era el violín de la chacarera. tenía ganas de comerse el mundo, de comerse la ciudad. estaba ávido de experiencias nuevas. estaba ávido y estaba entusiasmado, y se entusiasmó tanto que se la creyó. se la creyó y empezó a descuidar los detalles importantes. se decía egoísta, sin miramientos por el placer del otro. pero a la vez, sin maldad. se decía que más que bueno, de tan bueno, era boludo. y a veces lo era. pero no por bueno, sino por pendejo, por falta de cojones. y sin embargo, sabía poner los puntos. sabía verse a sí mismo, sabía aceptarse imperfecto y abrazar las oportunidades de la vida con tanta alegría que era contagiosa. era agradable estar en su compañía. era agradable y divertido. un poco amoral también, cuando abría la boca, decía cosas innecesariamente difíciles de escuchar. pero no se daba cuenta. se limpiaba las manos en el mantel, aunque tuviera las servilletas de papel frente suyo. se lavaba las manos en ocasiones, se lavaba las manos de irresponsabilidad. y era un pancho. no quería hacer el esfuerzo. prefería comer chocolate y mirar la película, haciendo cucharita, provocando pero dejando con las ganas. y yo pensaba, yo sentía, si venís para eso, entonces andate ya mismo de acá. y una vez se lo dije. le dije, no seas cruel. no seas histérico. qué te pasa. me dijiste a las diez y viniste a la una. qué te pasa. lo increpé con la frustración iracunda de una malco....porque era eso lo que pasaba. no sé, evidentemente, tengo un problema. no te tomés así las cosas, yo te entiendo, no te lo echo en cara y podría destruirte con una palabra si quisiera en este instante, pero no puedo hacerme la tonta, la acá-nada-ha-pasado. te pasa algo. será que estoy con mil cosas en la cabeza, será que quiero progresar. será que vine acá para empezar de nuevo, para librarme de mi padre y de mi pasado. para empezar a vivir mi vida como quiero que sea. será eso. está bien, no te preocupes, pero te recomiendo que veas a un psicólogo. sí. ya sé. yo soy psicóloga, pero me cansa estar todo el tiempo trabajando cuando supuestamente estoy de licencia. porqué tengo que entenderte, porqué esperas que  te explique qué te pasa. querés saber quien sos. ya lo sé. te estás conociendo y te gusta. querés que te diga lo que pienso, te interesa escuchar lo que pienso de vos. te interesa que te diga lo que veo. pero no se trata todo de vos, solo de vos. andá al psicólogo. supuestamente estamos acá, lo bello y lo bestia, supuestamente estamos acá para compartir un momento, un ida y vuelta, no para hacer terapia. sin embargo, estamos acá y damos algo. y esperamos recibir algo a cambio también. pero cuando se da, no se pide. simplemente se da. y simplemente, se acabó lo que se daba.