jueves, 7 de octubre de 2010

you and I and dominoes

Hacer pie en el arroyo fresco que llega a los tobillos y acomodarse en la piedra para sacar la foto que establece ese instante por siempre, mientras el agua sigue su curso natural y el sonido es silencio y es arrullo cristalino.
Estar sedienta y saciada a la vez. Caminar por el parque que florece de caminos. Mirar las ramas que se entretejen más arriba cada vez. El nido abandonado del hornero. La paloma gorda que aún sostiene esa madera. El gato que se cree leopardo en la inmensidad de ese tronco y te hipnotiza verde y amarillo mientras el sol le ciega la mirada que te escudriña sin pestañear.
Las mañanas tranquilas de la autopista constante. El despertador celular. La pava que no hierva los mates compañeros. El desayuno en la cama. El recuerdo que sigue a los sueños inmediatos cuando los dedos de los pies se desperezan.
Aquellas amistades que murieron en el tiempo. Aquellas que perduran y crecen. Los viejos rencores que quieren transformarse en olvido. Inútil es la indiferencia en las despedidas.
El tren que ya no espero. Los apuntes que boté a la basura. El tejido otra vez empezado, otra vez discontinuado.
Los colegas de siempre a quienes debo mi auténtica voz mientras practico la táctica del silencio a tiempo, de la palabra cuidada a cambio de establecer alguna paz momentánea porque prefiero encontrar los puntos de contacto para evitar los puntos de fuga y de conflicto.
La radio por las mañanas. La radio por las noches. Los mejores momentos son cuando la soledad me pertenece y yo le pertenezco a ella. No me abruma ni me abandona. Me nutro con ella.
Un compañero al que me abrazo por las noches y le peleo las contradicciones durante el día.
El baño de bautismo con sal y vinagre. La música en trance. El sándalo. El teléfono que irrumpe en la calma justo cuando escuchabas los latidos acoplarse a mi respiración.
Los niños que me esperan día a día con sus ocurrencias, sus juegos, sus historias, sus preguntas. Los niños que me piden límites y me piden palabras. Caricias y enojos. Abrazos y miradas.
Estoy aprendiendo a vivir sin quilombos. Estoy aprendiendo a presentar la bandera blanca cuando es momento de tregua.
Y a soltarte, drama.




No hay comentarios.: