jueves, 15 de julio de 2010

cambio y fuera

¿A qué no sabés del notición que me enteré? Cambio y fuera. A ver esperá que todavía no termino en el baño, estoy cargadísima de cosas, con este frío. Te hago un gesto: no digas nada todavía que hay alguien que está acá presente aunque no lo veas. Sí, en uno de los baños. Esperá. Te distraigo tácitamente: En mi casa tengo arroz para un batallón de personas. Ayer fuimos al cine con las chicas. Salgamos. Permiso. Permiso. Gracias. Ahora a dónde voy. Fui a la cocinita y la cara de la desgracia estaba sola mandando mensajes de texto. Le sigue la conversación a la otra con un poco de ironía. Parece que no le interesara. ¿Así que dormís agarrada de la estufa, o del caloventor? Yo no necesito ayuda de nadie. Si es como si estuviera sola. Qué cara rota. ¿En serio anda diciendo esas cosas por ahí? Fue batalla de grandes egos, dos hermanos que se pelean por un mismo lugar. Como cuando los chicos llorisquean porque el compañerito se les adelantó y querían ir adelante de todo. No tuve la chance de despedirse de los niños de delantal amarillo j de jaula. Ayer lo había intentado. Tal vez alguno habrá escuchado. Le tengo fé a los que son adultos en pequeño. Los demás estaban jugando a ponerse los telgopores en el culo como si fueran tortugas en carrera. Los rompieron todos. Los tuve que tirar a la basura. Se le salió con la suya. En las pulseadas gana quien tiene la voluntad de sostener su postura hasta el final. Aún por momentos no sucumbir al temblequear muscular, superar la instancia dibujativa. Odiar, tanto a los desconocidos ¿no es demasiado? La gente estrecha de miras de solas así de solas se quedan esas personas. Justo que había juntado todas las canciones para la hora de la siesta. Justo que podía bancármelas hasta dando las clases especiales. Justo que ya no tenía más ganas de andar juntando mierda. Ahora tengo más margen de acción, pero no pertenezco a ningún grupo. Qué típico de mi esquema. Paseo primero por el patio. Subo las escaleras. Cubro instantes. Soy la jugadora suplente. Después las viandas, qué sala, qué mesa, qué teacher. Microondas para todos. Tengo tiempo de almorzar a penas a las corridas. Subo con otro grupo. Completo cuadernos. Les pregunto, les converso. Los mando a lavarse los dientes. Cada uno tiene algo que decir, por ejemplo, hoy uno me deja dos figuritas de un albúm de los jugadores que no le interesan. Son los africanos. Quién los conoce, dice. Por eso te los regalo fácil. No sé a dónde fueron a parar. Creo que las perdí por ahí. Luego, empiezo la siguiente recorrida. Espero que dure hasta fin de año y ahí se va a reestructurar todo. Hablo con la señora que me dio la oportunidad de seguir porque sé que me dio la oportunidad de seguir. Sé que entendió. Aunque siempre pensé -hasta el último instante- que las cosas se podían arreglar. Después entendí que no había que darle lugar a la pelea somática, por más bronca que generara la persona que tiene ese mecanismo de generar violencia en los demás, porque la entiendo, porque debe estar pasando por un mal momento, porque fue un capricho, porque al final tenía razón el tipo que la quiso golpear. Pero, ¿ cómo puedo pensar así? No puedo pensar así. Sé que no hay razón para estas cosas. ( al límite que nos llevamos por el rencor...) Si yo trabajé en la Oficina de las mujeres golpeadas. Y de pronto, caí en que me estaban tomando el pelo. Vieron peligro. Se fueron perseguidas. Ya me había contado todo aquello que en la clínica se llama, diagnóstico. Y como si fuera evidente, porque tengo las herramientas y la percepción para esto, me adelantó que no tenía escrúpulos, que tenía problemas con todo el mundo. Inclusive con aquellas personas que eran tan importantes para la persona que amaba profundamente. No podía ponerse a un costado de la situación. Llevaba el conventillo en la sangre. La entiendo, yo también. Como los hipócritas moralistas, los que dan vuelta el escritorio: estamos tan atentos a las cagadas del otro que no reparamos en las nuestras. ¿Y si fuera un error de percepción? ¿Un mero mal entendido?. La cosa es cómo te tomás las cosas, cola de paja. Todo ese autoritarismo hoy en la cocinita se había caído a pique. Es en realidad de débiles lo que parece fortaleza. Está mal. Se le nota. No hay con qué. Gozar de las desgracias ajenas. Provocar actos implacablemente. Hacer hasta lo imposible para sacar al otro del lugar pacífico. Pero si a mi me interesa estar en donde estoy, cuido ese lugar. Supongo que ahora lo que debe estar esperando es poder quedarse embarazada así no tiene más que hacer en la sala. Al lado de su marido. Acostumbrada a que le digan que ella siempre dice la verdad, corrigiendo que se siente en el fondo una gran mentira. Que jamás puede equivocarse. Desorientada y alerta de la psicopateada de la que es partícipe. Crueldad femenina determinante. Será que te vuelve lo que has perdido.

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