jueves, 8 de julio de 2010

la reconquista

Calles de sofá cama, calles de sillones, calles de somiers, de almohadas y sábanas blancas, telas de algodón. Calles de fantasmas que se agitan en el próximo tropiezo con las manos en alto. Vendrá y serán millones de zoombies en el zoológico. El héroe de juguete y la lengua atragantada de un grito insoportable. La historia de los juguetes que tomarán vida propia. La historia de los márgenes del arroyo La Esperanza. La nanita indigente que arroja una botella al container lleno botellas y explotan otros vidrios después de perder el partido. Papá estaba tomando y sacado. Por suerte se quedó dormido. ¡Pará, no vengás a bardiar acá, che! El paso no simbolizado de una alfabetización que jamás llegó a la abuela que se ocupa de todos, que ella sin los dientes y como un espantapájaros de raquítica la sigue peliando por los más chicos. Que no le gusta que anden en la calle y se junten con los vagos. Que mejor que vengan acá con las carpetas. A ver si ustedes me pueden decir qué pasa porque está imposible. La frustración es un golpe violento con secuelas irreversibles. Los perros tiraron con cebita, acá tengo las marcas, son tres, porque se pudrió todo y empezamos a correr. Pero no corrás, ¿sos tarado? me decía el tío pardo. No corrás porque van a pensar que te mandaste alguna. Pero si yo corría porque venían tirando de lejos, en el basural, donde juntábamos los cartones y metales para llevar a fundir. Venían los trenes donde estaban los compañeros. Yo me puse nerviosa, le pregunté si estaban los de barrios por acá, pero no me sabían decir. Y la piba, la Vero, se levantó loquita, le dije que si quería venir y me dijo a último momento que sí, pero si iba a llegar tarde a cumplir con la cooperativa. Me pusieron la falta. Y la piba no entiende. Ahora tiene dolor de oídos, le puse un algodón. Tenés fiebre. Estás muy abrigada para el calor que hace hoy. Y ella me decía que ella iba a hablar con Norma y le iba a convencer que no me pusieran la falta hoy. Pero no, Vero, no sabés nada. Sos tarada. Pensá antes de hacer las cosas. Me arruinaste el proyecto de la primera mitad del año. Que te enseñe magoya. Mejor que te enseñe el joaqui, que es un luz y tiene sólo diez años. Te dejó tarea. Lo del abecedario y los números. Contar hasta veinte. Y repetir todas las letras. Yo ya me cansé de dejarte tarea, ya sé que te la resuelven tus sobrinos que tienen veinte años menos que vos. Necesito que me hagas esto. Traeme esto otro. Se me perdió el cuaderno. Ya no lo vas a encontrar más. Ya está. Necesito. Necesito. Necesito. Vo me tené que dar todo lo necesito. Vengo en tren. No pago el boleto. Ni de ida y vuelta. Dejo ocho horas acá y termino filtrada pero contenta. Sólo para los viáticos hay uno inscripto. Me llevo la mochila, me visto de varoncito con las bombachas de gaucho y las zapatillas todo terreno y no soporto a los vendedores que gritan en el transcurso de cada estación. No me puedo concentrar.Y estaría bueno hacer una biblioteca porque los libros se están pudriendo en la casilla. Sólo hay estantes para las latas y la leche en polvo. Son para el comedor. Nos turnamos todos los días para darles la copa de leche. La máquina que trajeron para hacer pan nunca se usó. Quedó ahí. Tal vez se la hayan llevado a fundir, porque la última vez no la vi. Estaban los gatos. A uno le falta el ojo. El otro tiene sarna. Los perros se rascaban las bolas. El tucu tenía la naríz partida y se le caían mocos bien verdes. Ya tenía infección. Los otros andaban descalzos cuando empezó el invierno. Había un martillo tirado en la tierra. El pibito estaba practicando y casi era más grande que él. No me metí. ¿Qué le iba a decir? Si tiene madre, y está acostumbrada a que anden así. Iban a venir con los fierros a la noche, porque amenazaron que me iban a comer la casa. No pude pegar un ojo en toda la noche. Con los compañeros organizamos la guardia. Se iban a quedar ahí a esperar al pendejo que ya se había comido tres casas más. Le tiene que quedar claro que conmigo no se jode. Acá no se jode. Se equivocó. En el techo de chapa se sentían los cocos que iban cayendo. Pensamos en usarlos para hacer las cuentas, porque la Vero pedía que le hiciera cuentas. "Nada resuelve lo que falta porque esa falta es parte del protagonista". Cuentas con la velas, de a una, de a tres, de cinco. Cuentas con las cañicas, pero sin jugar de verdi, la metiste, opi. Me gané el ojo del gato. Cuentas con las empanadas. ¿Estarían hechas de gato? Porque me acuerdo que faltaba un gato, pero no íbamos a poder con la resta. A penas podíamos sumar a la fuerza. Y después, a practicar leer. Justo elegimos ese párrafo choto de la Escuela en la Colonia, y los indios y los españoles, y el Cabildo y los mestizos y los mulatos. ¡Qué texto de mierda! Leía, aunque no supiera qué. Leía. Después se copó con los relatos. Otra vez el párrafo, la sangría, la coma, el punto seguido, punto y aparte. Se copó con esto de escribir lo que pensaba, lo que vivía día a día. Tenía que limpiar al arroyo. Inventar que trabajaba con las horquillas sacando el pasto, juntando basura, pintando y barriendo la parroquia, y tomar mate, toda la mañana para aguantar. Por eso le ponía azúcar. Pero estaba el puterío. Que no le gustaba el puterío. Que era libre. Así: soi libre de hablar lo que quiera con quien quiera. No me gusta que me ordenen.

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