lunes, 7 de febrero de 2011

gonzo ver


Jaimito tenía cara de buenito, pero era en realidad un amoral. Te la vendía de pato medio ganso pero te confesaba de una que era un drogadicto. Había empezado su cena con un par de pepas partidas al medio y te contaba que su amor por la escritura había comenzado en el momento exacto en el que en la playa esa de brasil, nadando desnudo, se había puesto enamorado con el éxtasis. Ahí creó su primer argumento.
Mientras se clavaba la primer botella de cerveza córdoba, a plena tarde, sentado en la reposera que habían dejado tras de sí los gitanillos, se ponía a reflexionar sobre una realidad bien cínicamente, así; te tiraba un consejo o dos, de esos que te dejan sin palabras para retrucar. Le pedías que te pase un trago y te prendías el décimoavo pucho del día, pero ya era de tarde. Tenés razón, pibe. Continuemos.
Se hablaba con todo el mundo, hasta con las piedras que parecían muertas de ganas. Jaimito también era de amoral, vengativo. Vomitó el durazno que le había prestado cuando en la feria paramos, por pura insistencia, a escuchar las vibraciones de los cuencos tibetanos. Tirate un cuenco por la cabeza.
Se podía conversar y volar alto. Pero no más que eso, después de prendía un churro y ya pasaba de agradable a pelmazo. Todas las minitas de la ronda le tomaban el pelo. El pobre diablo seguía tirando anzuelos y ninguna le devolvía hasta que la gordita copada sí. Pero cómo somos de superficiales los seres humanos. Le esquivaba la ronda. Se retiró y cuando volvió dijo, ya son las cuatro de la mañana y no ligué a los pescados, mejor salgo a comprar a esta que está de oferta. Carne de primera calidad. Y ahí seguia lo de los días y las noches.
A esta altura qué pinta. pinta amor, conversación, o tráfico. ya una vez retirada de la feria. la mañana del otro día.
Jaimito con una ceja medio arriba y la otra medio abajo, esquivando el sol de media frente. eh, qué hacés. buen día.
me estoy yendo de acá, ya no aguanto más la vibra, loco. ya tengo todo listo y preparado. te quería despedir. chau, hasta la próxima y suerte pibe. se puso pesado el borrachón de la prédica acelerada. me voy para san marcos.
y qué querés, boluda. es un borracho pesado.
los pensamientos giraban en millones de direcciones pero aunque estaba entre las penumbras acechando el pasado de prisa, agarré el báculo y lo presenté al viento. vamos. nos vamos de acá.
me siguió rita, la perra, hasta la parada del busstop. ahí, pim pum pam. es corta la bocha. saqué dos pasajes de una. el de vuelta, el de san marcos. arriba pasajeros, que yo no quiero terminar así. que siga el viaje. los últimos días repuntaron.

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