miércoles, 22 de abril de 2009

ars vita

Todo muy lindo. Claro que si. Todo muy lindo, pero te atormenta esa presencia que tiene un botón anterior a tus coordenadas. Un botón con hilos amarillos que brillan con su sola presencia e iluminan sus ojos, de un modo que los tuyos no lo iluminan. Tus ojos no iluminan sus ojos de esa manera. Y tal vez nunca lo harán. No es platónico lo tuyo. No es amistad tampoco. Es diferencia y realidad. Viene de otro gremio. De otra circunstancia. Porque el personaje en cuestión tiene una estructura dual. Nunca pertenecerás a sus dos naturalezas. Nunca serás amada en sus dos dimensiones. La admiración queda en otro lado distinto que el tuyo. Lo tuyo es lo habitual, lo común. Aquello que está. No aquello que se hace desear porque falta y porque no se deja dominar tan fácilmente. No lo deslumbras. Le aportas algo que quisiera saber y cree que vos sabés. A no ser que en el cotidiano conocerse pueda apreciar aquello que es tu mundo interno, lo más rico de tu ser es tu esencia, que casi siempre se oculta para no ser descubierta ni apresada.
¿Por qué justo tendrías que encontrarte con estas ironías de la vida? ¿Por qué justo vos tendrías que encontrarte con esta clase de ironías? Porque llevas una promesa en tu ser. Y una vocación. Porque ves las cosas de una manera que alterna las visiones usuales. Porque buscas y buscaste siempre acercarte a la verdad que ilumina las desilusiones y sus desaveniencias. Y sabés algo. Sabés que no te corresponde aún esa historia. Pero por el momento las circunstancias te hacen permanecer allí. Pero sabés que siempre será esa presencia la que te persiga. Hasta que te hayas desligado de las circunstancias. Hasta que hayas comprendido algo que aún no se te presenta con claridad todavía y que requiere un tiempo de evolución, nudo y desenlace. Sin embargo, vas corroborando pieza por pieza el bosquejo de futuro que alguna vez viste y que hoy te molesta haber visto. No sos un alma ingenua. Te ocupaste siempre de desentrañar los misterios de las apariencias.
Son varios los tiempos que se conjugan. Tantos como personas participen del argumento. Tenés la mínima esperanza de estar equivocada pero también hay hilos previos que te enlazan con otras tramas. Y también aún, está aquello que todavía desconoces, que no se ha jugado aún. Dejarse sorprender.
En la tarea diaria de querer controlar todas las variables, la vida nos enseña que no somos ni omnipotentes ni omniscientes. A penas omnívoros y ni siquiera.
Dejarse sorprender. Mientras tanto saber hacer bien lo que estás haciendo.

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