miércoles, 30 de marzo de 2011

el retorno de la real cagada

El río es marrón yo soy marrón mi papá es marrón los turcos son marrones los hindúes los indios el chocolate el cacahuete el maní la madera la tierra los ojos las hojas todos somos estos los marrones.

No puedo dejar de ver ese río marrón hiriendo la tierra a la vez que limpiando la tierra marrón y todo es marrón las montañas de ese lugar también es marrón.

marrrón. La r siempre me hizo acordar a las rodillas del río. El refuerzo de la r arrodillada. La r las rodillas, la l pierna. Extremidades.

A esta misma hora siempre escucho el agua que baja de algún lugar del techo. La oigo chorrearse por el techo a algún lugar cercano a mi balcón, a mi ventana, a mi oído. El sonido de esa callejuela que suena a los años ochenta tocados por un saxofonista drogado de esa década fluorescente.

Porque amo a luca prodan, porque lo amo como si lo hubiera conocido, como si creyera conocerlo. Qué tipo tan interesante para poder ponerse a conversar de la vida. Qué gran amor haría ese amor de persona en la cama con sus mujeres haría maravillas. Y nadie podría poseerle y siempre estaría a la vez lejano y a la vez cercano viendo las cosas desde su aspecto espiritual que ese es el flamante enganche que siento con los tipos que me llegan al corazón. Hay una línea y los pájaros empiezan a cantar ya es hora de esos pájaros. Me acordé de florencia en esquel y de florencia enseñándole a su hijo santiago cómo agarrarse las manos. Que hermosura.

Y porqué no convertirse en lucía prudente. La que come los fideos al dente. La que se la banca sola solita sola por las noches cuando son largas y no puede dormir más que haciendo que la vida no pase en los sueños. Qué insomnio me pegué hoy, la pucha. No puedo dormir, no quiero dormir. Salvo ahora que se me están empezando a vencer los párpados de a poco y me pongo a hablar conmigo misma a través de la reflexión que permite la escritura. Que también como dice deleuze esa cosa desdoblada y diabólica, no es cierto. Desde cuando puedo hacerme este doble personaje que a la vez piensa y a la vez escribe y a la vez se lee y a la vez conversa. Eso es lo diabólico. Lo mentalmente diabólico del ruido constante del yo. No hay descanso. Es eterno devenir. Qué cagada. Que real cagada. El retorno de la cagada. Ahora me daría para ponerme a fumar así me sigo destrozando los pulmones, pero voy a resistirlo porque detesto el olor que queda en la habitación. Como el cartón, marrón, así deben estar los pulmones. Agua. Eso le tengo que dar al cuerpo que lo pide mucho. Agua. Para contrarrestar la sequedad mental del aire y sus pensamientos.

El chorro de agua. El chorro de agua sigue cayendo. Transpira. Como las lágrimas, el río como una catarata purifica ese dolor perdonándolo porque lo repasa lo recorre lo repara.

Lejos de las culpas y los reproches, lo que duele es el fracaso. Otra vez el fracaso. Otra vez el adaptarse nuevamente a otras circunstancias, ensayar las pérdidas, repasar los errores como el polvo de una repisa con la franela. El cuerpo no olvida. Cuando el cuerpo recuerda reacciona como si fuese acontecimiento real. Es posible crearle una vida a través de esas proyecciones pero a la vez hay que entrenarlo para rectificarse, para descreer la inmediatez que la memoria supone de sensorial. Es un misterio sobre el que me gusta divagar. Inventarle al precipicio su caída.

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