jueves, 14 de agosto de 2008

alegría naranja


alegría naranja tibet
energía amarilla limón
pasión rojo fuego
libertad azul eléctrico
purificación transparente
paz verde esmeralda

Y grises, muchos grises engamados. Algunos brillantes como argentum, otros plomizos como el estaño.
¿A qué viene ud. a este mundo? Es muy importante esta pregunta. Es muy importante empezar por responderla cuando nos guía el desenfrenando deseo, que nos tira para adelante, a pesar de las mochilas, de las amarras, de las riendas, que de alguna manera deben existir para dirigir el rumbo, sino andaríamos desbocados como los caballos que no reconocen a su jinete.
¿A qué viene este alto de los bajos que le precedieron? Yo ya me acostumbré y me conozco. Y este momento es especialmente así, un poco de alegría y un poco de tristeza. Por suerte no es como esos momentos en los que el negro era mi color habitual, de lo depresiva y cínica que estaba. Aunque el negro sigue siendo un no color de mis preferidos. Por más alegría y tristeza que sienta, soy un poco densa en materia psíquica. Es mi naturaleza, por eso necesito hacer con esa energía densa y por eso elijo expresar, sacar afuera esas molestias con las cuales convivo. Y por eso, cuando juego, y puedo sacar a mi niñez a pasear, soy la persona más alegre y energética, en contradicción con el alter ego de la seriedad sobria y callada más habitual. Aún así, siento las limitaciones naturales de hacer el rídiculo. Hasta allí trato de no llegar, por lo tanto le falta mucho más a mi ser salir a pasear y acostumbrarse al ridículo. Todavía le queda rienda para salir. Todavía tiene esa malla rigida, ese traje de neopren que sigue limitando su locura. Pero hay algo más, dejarse en libertad. Entregar todavía un poquito más. Tener los ojos de afuera cerrados. Tener los ojos del corazón abiertos por todos los poros.

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