martes, 12 de agosto de 2008

triskel*

(*) el triskel es un símbolo celta. Imaginen un sol de tres rayos en movimiento. Simboliza la eterna evolución y el perpetuo aprendizaje: principio y fin.
Por acá, una foto del día D, del recibimiento. Faltan otras, pero algunas cosas cambiaron tanto que ya pasaron de tiempo para ser apresentadas en este espacio virtual.
Es requerido un cambio de actitud en cuanto al afrontamiento de algunas cuestiones que ahora son nuevas. Porqué no renovar otras cosas tambien. Porqué no aprovechar y borrar de un plumazo otras cosas plomizas que vengo cargando ya sin sentido de ser sostenidas. Me puedo poner en la posición, que sería una mascarada, del cómo no me vas a querer, porqué y cómo. Pero saben qué, me cansé de esa falsedad. Aquí no hay nadie indispensable para la vida de nadie. Buenos recuerdos puede ser. Pero hasta ahí. Y ver la realidad es moderarse. Uno puede volverse dependiente creyéndose muy independiente y poderoso. ¿Y cómo es esto? Yo lo viví antes. Uno puede ser el objeto deseado del otro, el objeto precioso del otro, el que recibe toda la falicización, que lo coloca como un objetito de decoración, un trofeo de lo pija que somos. Y se cree brilloso así. Deseado. Preciado. Pero también se vuelve dependiente de querer seguir ocupando ese lugar de importancia para el otro. Y lo peor de todo es que ese otro que nos tiene de preciados, nosotros lo despreciamos. Sólo nos interesa en tanto llene nuestros huecos de vacío superficial y narciso. En tanto piense en nosotros, nos tenga en consideracion. Pero siendo una contradicción total, porque no le queremos, solo le queremos en tanto nos siga sosteniendo allí arriba. Sé de qué se trata y esta vez me tocó como todo en la vida, vivirlo desde el otro lado. No al pedo tengo ya casi 27 años, aunque los que no toleren tratarme como la mujer que soy necesiten disminuirme como una niña tonta que no sabe lo que quiere, para así poder tratarme de algún modo, como resto. Como yo también me trato a mi misma muchas veces, para evitar dar los pasos que uno da cuando crece y madura, lo que implica nuevas responsabilidades. Y decisiones. En lo viene siendo este momento después de dar ese final último, ya puse a mis papeles en orden, inicié los trámites, me anoté en el profesorado de Psicología, reformé mi CV, hice entrevistas de investigación de mercado, algunas bien y otras no tan bien, me empecé a mover en dirección a aquello que quiero, sin quitarle las crisis de altibajos que rondan entre la capacidad y la incapacidad. Pero no pretendía dar cuenta de los pasos que se ponen en práctica una vez que un nuevo abismo de comienzo se asoma. Es un alivio haberme recibido. Es un alivio dejar esa etapa atrás. Es un alivio. No sé qué consecuencias, si tiene alguna, a nivel simbólico implica en mi cabeza psicologizada obtener una chapa de Licenciatura. Sé que es valorable, aunque muchos la desvaloricen. Es un logro que alimenta las ganas de más logros. Es también un punto y aparte. Muchas de las dificultades que tuve durante la carrera me hicieron más fuerte para afrontar esta nueva etapa. Pasé por muchos trabajos. Sé lo que es buscar laburo, sé lo que es estar desempleado. Sé lo que es tratar con gente. Ahora con la chapa título es más fácil la postulación, porque hay más ofertas para los recibidos que para los estudiantes, esto en el campo Psi. Y por otro lado, esto recién comienza. Me gusta estudiar, soy una ñoña. Los que no valoran el conocimiento, no lo pueden entender o lo ven mal. No me importa. Ellos se lo pierden. Los que quieren ver desde sus prejuicios que se vayan a freir churros. Ahora no sé contra quien me estoy peleando, pero me peleo desde el resentimiento de haberme sometido muchas veces a la palabra del otro. De haberle dado más crédito al otro que a mi misma. De haberle dado la razón al otro en mis puntos flojos. Lo peor que uno puede sentir es la inseguridad de ser. Eso de no saber si ser uno mismo o ser lo que el otro pide que seamos, o peor. Lo que interpretamos nosotros el otro quiere de nosotros, que siempre es distinto de lo que realmente quiere pero es el malentendido de las relaciones humanas. Cuando uno no se sabe, no se valora, no se siente capaz y encima busca gente que le acompañe que tiene esa misma visión de nosotros, la combinación vuelve a ser fantasmática y terrible. Te confirman una y otra vez aquel lugar doloroso del cual queremos salir pero seguimos perpetuando, y le damos la razón. Si el otro espera algo mejor de nosotros, si puede ver nuestra potencia y nuestra virtud, entonces nos aloja en un lugar positivo. Pero acá no se sabe bien qué vino primero, si el huevo o la gallina. Y como en todo, hay que aprender a ser objetivos. Tomar la parte que nos corresponde en aquello que elegimos. Entonces, yo puedo haberme alojado muchas veces en ese lugar de inutilidad, incapacidad, vulnerabilidad, etc. Y algún beneficio hube obtenido de aquello. El beneficio salta a la vista. Si no esperan nada de mi, si yo no espero nada mejor de mi, entonces puedo seguir justificando mi ineptitud, mi incapacidad y posponer el atrevimiento de la autenticidad. Porque es más cómodo en algún sentido y en otro sentido es una comodidad incómoda. La incomodidad mediocre. Lo peor es igual que ya nadie espere nada de uno. Pero a la vez así tendría que ser desde el comienzo para posicionarnos desde nuestro ser. Si ya no esperamos que el otro espere de nosotros, es un alivio. Y es más genuino porque lo que haremos tendrá solo el principio de ser lo que esperamos de nosotros mismos, aquello que nos hace felices, aquello para lo cual hemos nacido. Algunos lo podrán valorar y otros no. No nos puede querer todo el mundo. Y aunque duela el rechazo, es sólo un parcial rechazo, de unos individuos, que no son todo el resto de los seres de este planeta, potenciales afines. Para salir entonces de esas relaciones enfermizas, en necesario probarse por otros lados, otras visiones. Y sentirse digno de afecto. De afecto por nuestra naturaleza auténtica. Si el otro espera que seamos estúpidos, pues le daremos la razón. Porque eso se percibe. Si el otro cree en nosotros, o valora quienes somos, pues podremos darle mucho más, todo lo mejor que tengamos para dar. Porque sencillamente, si yo no espero algo mejor, no tengo algo mejor. Si yo me conformo con ser una compañía de paso, un hoyo en donde cavar las ganas, una posposición de compañía, un "lo que hay", un ser anónimo que nunca tiene algo que decir, que se conforma con cualquier trato, no me puedo quejar después. Si yo no puse los límites antes y llegué a estas instancias, la situación no va a cambiar, va tornarse cada vez peor. Si yo me logro correr de ese lugar que no quiero ocupar para otro, porque para eso mejor estar sola que es menos costoso a nivel emocional, puedo prepararme para algo mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lucia:
Me alegra que por fin pongas el centro de valoración y de aceptación en tu interior, y que ya no lo busques en el afuera. Creo que ahora si hiciste el verdadero click, a partir de ahora vos sola tendras autoridad para evaluar tus actos.
Un beso muy grande y te felicito por esta gran decisión.
Con cariño Cristina