martes, 2 de diciembre de 2008

paralelos


De todos los escenarios de los que formé parte en el transcurso transeúnte y transhumante de la realidad próxima, fuí la mayor parte un testigo observador no participante que nadaba en el paralelo 79 dentro del cuadrilátero 44. Tomaba notas, prescripciones por si las dudas y las deudas, frases célebres y celebradas por el motín de sabios reveladores y rebeldes que planificaban la próxima fuga porque vendrían según sus predicciones y visiones previstas, los colonizadores de las culturas auténticas. Mi rol, aprendiz de mago o futuro guía comunitario, digamos, las novedades estelares no se precipitarían en los ensayos laboriosos de mociones y pociones de mi laboratorio. Había sido preparado como translator, o traductor; descifraría aquello para lo que ellos me necesitaban dado el momento de cerrar el círculo de eterno orígen. Como una especie de instrumento decodificador. Para esto habría sido instruído y justamente para prepararme como tal, se habían fijado en que la esencia traslator era una esencia fiel y servicial. No tendría el chip del eg0 fusible. Correspondía a las filas del Canal 0. Aquellos seres que no tienen demasiadas ambiciones personales y pueden ser tildados de poco vivos a la hora de hacerse de la piedra filosofal. Contribuyentes esmerados e ingenuos del sistema 11.
Las prácticas se realizaban en salones encubiertos a prueba de espías. Para ingresar al portal enérgico, la materia se sutilizaba a un nivel casi imperceptible, licuando su párticulas magentas en electrones fluorescentes de luz blanca enceguecedora. Cada viajante residía en una cúpula redondel de colores rechazados por el espectro común. Colores inimaginables como los de los agujeros negros que yacen en la vía láctea. Desde cada cúpula, los viajantes en posición de loto avispado giraban los círculos concéntricos de los espacios celestes de la columna vertebral. La protección en cúpula era necesaria porque el magnetismo desplegado por esas corrientes enérgicas resultaba letal al absorver las energías sutiles de los otros cuerpos en giratoria gravitatoria, tal como la tierra, los dos movimientos, rotación y traslación. Se hacia una danza en espirales concéntricos y el turno del que ascendería era el turno del que descendería próximo. No eran necesarias las palabras, porque la materia prima era esencial captada directamente por los sentidos más elevados que un ser puede tener acceso a.

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