martes, 8 de mayo de 2007

terapias varias para locuras varias


Este es un momento de terapias varias en mi vida. Con la intuición de quién se sabe capaz de curarse a si mismo y con el fanatismo por el autodescubrimiento que me caracteriza desde siempre, estoy embarcada en un proceso que se empezó a desenvolver a partir de haber descendido a los infiernos personales más vívidos. Llegué a este camino con preparación teórica previa y cierta curiosidad de aprendiz de mago. Sin olvidar (cómo olvidar?!) la bomba de tiempo interna que expuse alguna vez como heridas de nacimiento y de historia mal curadas, la encrucijada de cada cual en cada quien. Amor y Locura actuaron de catalizadores para la transformación. Pero los elementos de base existían previamente en el preparado para darle un fundamento de despliegue, una tierra fertilizada donde germinarían algunas de las pequeñas semillas del cambio.
Lamentablemente hoy no me puedo permitir el vuelo ilimitado de tiempo de ensayo porque en la semana el tiempo resulta escaso para escribir todo lo que quisiera, y ya es "tarde" para iniciar el viaje pues mañana me levanto temprano y con frío para viajar al trabajo en subte o colectivo.
Solamente introduciré un detalle, para eso sí tengo tiempo...
Los martes por la noche son mis días dónde escucho y vivencio lo que el cuerpo tiene albergado en su memoria. La "terapia" se llama Antigimnasia, la ideadora de ese sello de márketing, por así decirlo despectivamente e injustamente, se llama Thérèse Bertherat. Es una mujer francesa de años recorridos varios, que tuve el gusto de conocer personalmente en una conferencia pública que se dictó el año pasado en una librería-disquería de Santa Fé. Con sólo observarla hablar como prueba viviente de su método, quedé impresionada por su vitalidad y su joie de vivre, en argento, plenitud. De cachetes rozagantes, piel de seda a pesar de sus ochenta años, lucidez y penetrantes observaciones científicas lejos de los prejuicios de la gaia ciencia occidental, me resultó tan motivador como los cambios que fui percibiendo en mi misma, como para continuar en éste, uno de los otros, caminos que elijo. Más que caminos, instrumentos de orientación para mi camino.
Hoy, la experiencia misma, sigue refutando, si es que existiera, alguna duda. Mi día no fue precisamente inspirador. Me encontraba con un cierto malestar que se manifiesta en inquietud fóbica de huída, sentimientos contradictorios, falta de paciencia, arranques injustificados de mal humor, que se miden por la descolocación gestual del que le toca en suerte la daga sin razón. Por suerte existen los espejos en los otros que moderan las pulsiones en uno. Y gracias a esos espejos que nos devuelven lo que proyectamos sin querer, ni poder controlar, es que me puse a reflexionar (qué densa!) acerca una frase que escuché recientemente varias veces en mi ámbito laboral y que tiene verdad: las locas no son confiables. Y claro... las locas en términos comunes, además de ser las putarracas de labios color carmín, carne en oferta, cartera bamboleante y actitudes insinuantes que el machismo tanto femenino como masculino puede tomar para la chacota solo por sus detalles aparentes de sugestión al pecado de quienes lo proyectan, las locas son aquellas que cambian de estado de ánimo sin razón aparente, que nos dejan descolocados, desorientados, por su aparente inconsecuencia, porque la confianza se establece sobre determinados parámetos, códigos que no se violan, que se mantienen entre la personas en un espacio sostenido de tiempo. Es decir, yo soy confiable en la medida en que lo he demostrado, que lo demuestro a diario, con una conducta coherente y predecible en algún sentido. La locura viene a interrumpir esa continuidad esperable. Por eso genera miedo, incomprensión, y castigo.

Toda esta introducción necesaria para llegar al punto que me interesa de confesión. Reconozco que esa frase simple me caló hondo, sencillamente porque me puso a reflexionar sobre mis puntos de incoherencia, de no confiabilidad. Sin embargo, lo más importante de rescatar de todo esto es que venciendo mi incoherencia de ausentarme de estos espacios de "terapia" que son tan preciados por mi pero que generan ciertas resistencias al cambio cada tanto, me arrastré a pesar del frío, del cansancio, de los cuestionamientos, del mal genio, como quien se sabe disciplinador de los propios instintos; sabiendo que sería lo mejor para mi bien y para el bien de mis convivientes. Y hoy me voy a dormir, sintiendome bastante mejor de lo que me sentía cuando me levanté por la mañana y puedo decir que fue en su mayor parte gracias a la "sesión" de antigimnasia. En alguna otra ocasión explicaré más a fondo de qué se trata este trabajo.

Good Night and Better Dreams...