jueves, 19 de mayo de 2011

perro sarnoso

en provincia no es lo mismo que en capital. en provincia hay mucha gente que se conoce en la escuela, pero hay más gente que se conoce del barrio. el barrio no siempre queda cerca del colegio. el barrio es algo sagrado en la provincia. el barrio es algo que se conoce bien. y especialmente bien, se conoce al vecino. se saluda al vecino de la cuadra. se saluda al vecino del barrio. en provincia no es lo mismo vivir de un lado de las vías que del otro lado. no es lo mismo estar cerca de una ruta que de la otra. no es lo mismo tomarte el tren en una estación que en la otra.
en principio, en ese lugar de la provincia teníamos amigos en común, amigos de otros amigos que no eran del colegio, pero eran del barrio. nuestros amigos y nosotros éramos la parte del todo de una generación que se ocupó, incipientemente, de cuestionar los valores vigentes. cuando llega el momento de adolescer de respuestas, se buscan experiencias que ayuden a encontrar las propias respuestas. eso genera una vibración que resuena y que nos guía. buscamos a ciegas absorver de la misma onda de búsqueda. esa gente, generalmente, se encuentra cerca. los wannabe artists emprenden diferentes búsquedas individuales, pero colectivamente complementarias. hay quienes se unen al taller literario. quienes se dedican a practicar hockey. quienes se toman el tren al pueblo cercano para formar parte del grupo de teatro municipal, quienes ya tienen novio y quienes ya tuvieron relaciones, quienes no dieron ni el primer beso, quienes se dedican a aprender algún instrumento. quienes van al boliche hasta la madrugada, quienes ya tuvieron la primer borrachera. quienes siguen jugando a las muñecas. quienes arman su primera banda.
tu grupo y mi grupo se encontraron en una kermese un día sábado. tu grupo, me acuerdo, trajo una o dos criollas. había un karaoke organizado y yo me había anotado para cantar un tango, los mareados. se pasaba de a parejas. a mi me tocó pasar con un viejo que me ayudó a acomodar unas cuantas notas que trataba de no pifiar
tu grupo y mi grupo nos seguimos frecuencontrando durante los años y nos hicimos muy cercanos; especialmente, cuando terminamos el calvario de la secundaria y cada uno pudo ser más sí mismo. tu grupo y mi grupo nos empezamos a mezclar y a emparejar. recuerdo que nos compartimos varios amigos. vos también lo recordarás.
un día, vos y yo nos cruzamos en un bar que pasaba buena música y tenía la cerveza barata. ese día no sé qué fue exactamente lo que nos unió, pero sucedió que se hizo de día y nos tomamos juntos el colectivo al barrio que quedaba del otro lado de la vía, del otro lado de la estación, cerca de esa ruta del acceso oeste. estabas alquilando con un amigo que se creía fundamentalista, una casita. dormían en la misma habitación que no se separaba de la cocina. cuando llegamos él estaba dormido en un sillón cerca del baño. tratamos de no hacer ruido. pusimos la pava al fuego para desayunar unos mates amargos, pero el agua seguía hirviendo y decidimos apagarla cuando nos fuimos al colchón que estaba tirado en el piso.
todo pasó tan rápido que no quise quedarme dormida. cuando me di cuenta de que tu voz sonaba a tabique pulverizado, que tu aliento se había vuelto tan áspero como el alquitrán y que te empezaste a poner nerviosito cuando te dije que no, me ví en el infierno mismo. sin protección no hay amor. pero vos no sabés cuidarte porque viviste siempre al filo de la navaja. por ende, no sabés cuidar al otro. y yo tampoco. qué pretendía?
la última vez que te ví, fue en una fiesta en el barrio de mi infancia cerca de la ruta de acceso oeste. nuestros amigos en común seguían frecuentando espacios en común. yo, ya quería irme a otra parte. la última vez que te ví te estabas cerrando el cierre del pantalón porque acababas de echarte un meo en el cantero de la casa de mi amigo.
- hola, cómo estás tanto tiempo?
- bien. vos parece que seguís igual. la última vez que te ví también te estabas cerrando el pantalón.
y ambos soltamos una gran carcajada.

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