viernes, 4 de julio de 2008

Ηχώ Êkhố Νάρκισσος


¿Qué será de este delirio místico? ¿Será otra forma de evasión?
¿Será que los años no vienen en vano?
¿Será que los años nos hacen menos vanidosos, menos omnipotentes, más pragmáticos?
¿Será que no tiene que ver con los años, si con la experiencia del camino transitado?
La impaciencia está de más. La ansiedad que a veces nos puede correr... pero no le demos chance a que nos corra una vez más de nuestro centro. Si transitamos con esa paciencia cada momento puede ser otra oportunidad. Mientras más calma está la marea, mejor manejamos el barquito. No se trata de salvarse a cada momento en que la cosa se pone difícil para abandonar el barquito. Tampoco se trata de huir de una zambullida fóbica al accidente anticipado. Se trata de transitar y eso nos conecta mejor con los otros porque la conexión fluye desde nosotros mismos. Si está calmo, están limpias las orejas y se puede entender el fundamento y no aquello que nos hace de espejo identificatorio, como el agua turbia en la que se miraba narciso. Si no escucharemos sólo los ecos y creeremos que esos ecos son por verdad. Y qué le pasó a narciso, pues murió ahogado en su propia imagen. Y qué fue de Eco... ya estaba condenada de antes, pues condenada a no hablar, a limitarse sólo a repetir las últimas palabras del otro, como un voz- espejo absorta. Y claro que se enamoró de aquel narciso. Y como él no le correspondía, pues enfurecida vengó su muerte, con pensamientos que la consumieron a pura voz, Némesis de por medio, mató a aquel a quien amaba, aquel murió accidentalemente estupefacto ante su perfecta belleza reflejada en el agua-espejo, pero se convirtió en flor.
ÊkhốΝάρκισσος
No es moraleja. Son cosas que reflejan a un nivel mítico aquello que despliegan en la trama de cada quien. Escribo y hablo mucho con la gente acerca del amor, como casi una obsesión que se transforma en adicción. Lo que me interesa de todo esto es poner a trabajar la cabeza. Yo busco y a veces encuentro y a veces no encuentro. Muchas veces en la búsqueda me llevo sorpresas. En este caso, merecía darle otra vuelta de tuerca esta cuestión de la ambivalencia amor-odio como un espejismo que nos hace de pared imaginaria en el amor, y en todas sus formas de amor. Aprendí que se puede escuchar desde dos posiciones. Una de estas posiciones es la que genera malos entendidos y lucha o embobamiento ilusorio. Es aquel lazo sostenido por Eco y por Narciso. No tiene demasiado futuro, se rompe en sí mismo. Casi siempre, trágicamente, cuando las pasiones son más fuertes que la libertad. Si nos conectamos desde ese lugar vamos a estar metidos en la contienda por motus propio buscando quien le gana a quien esta vez. La dialéctica del amo y del esclavo. Nosotros esclavos eternos del amo que nos abusa. A su vez abusando del amo, devolviéndole la misma moneda. Sabemos que esa contienda sólo nos lleva la muerte como la única solución para salir de la lucha. Allí las cosas se embrutecen y se llevan hasta las últimas consecuencias. No hay otro modo, hay un solo lugar y hay dos para un solo lugar. El esclavo lucha para ser el amo, y termina esclavizándolo su propia lucha. El amo solo puede defender su lugar de amo y si mata al esclavo, no hay a quien hacer reconocer de amo. Por eso entonces Narciso se ahoga en su ojo. Eco se consume en su voz. Eso es lo que se llama la lucha por reconocimiento yoico. Puede ser enamoramiento en su principio, pero en tanto el otro devuelva lo mismo de si mismo, en el fondo solos los dos. Consigo mismos. Es la tensión erótica también, pero en tanto se razga el velo, salta el cuco. Es preciso de algo más para bancarse el verdadero encuentro con el otro. Y ahí es la otra manera de escuchar, pero no sólo de escuchar, sino de estar. Es la presencia que se sostiene por sí sola. Más allá de la voz y más allá de la imagen. Es escuchar verdaderamente. Estar verdaderamente. El otro puede tener sus imperfecciones y nosotros tenemos claras las nuestras. Es un más allá de eso. No se presentan carnets, ni se solicitan. Se supone que habremos de reconocer por donde va el incosciente del otro y se fluye sin transcurrir el tiempo al que estamos acostumbrados a cifrar. Esto requiere trabajar sobre las represiones, que son aquellos pensamientos tendenciosos que nos marcan la falla constantemente repetida, aquella que no ha sido tramitada. Y es ahí en donde está el otro compartiendo también su falla sin importar de la misma. Confianza. Comunión. Podemos suspender los juicios imparciales, allí no tienen nada que acotar. Para llegar a eso hay que vaciarse egoicamente. No hay reflejos. Hay verdad. Es una luz que ilumina y se deja iluminar por otra luz en su dimensión más auténtica. Dejamos de ser identidades para ser algo más.
Esto es un poco lo que se aprende en análisis, se aprende en grupos, se aprende por experiencias, se aprende en el amor, se aprende si uno se anima a percibir la diferencia alguna vez y a buscar aquello que se conoció como plus. Otra vez repito, otra vez repito que algunos hacemos este trabajo mientras tanto, otros ya lo han hecho y es su adquisión de ser, otros lo harán, y otros no lo harán nunca.
Correrse del lugar de esclavo o de amo hace concluir la lucha. Correrse del lugar de espejo hace concluir el engaño. Esto también se refiere a no creérsela. Ni a uno mismo, ni al otro. Porque en toda situación podemos reposicionarnos si sabemos que existe un lugar diferente, que también podemos elegir ocupar. Créersela es ocupar siempre el mismo lugar, incluso aquel que nos fue delegado y que aceptamos como única posibilidad, incluso aquel del cual nos quejamos y de aquel que nos hace padecer de nosotros mismos. No se puede ser algo distinto de lo que somos, pero existe la flexibilidad de posiciones y una gama de colores a nuestra disposición de ser. Se reinventa y se recrea constantemente.

En paz, después de andar.

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