martes, 3 de marzo de 2009

devolver la cura

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El agravamiento de los síntomas conduce a la mejora de la enfermedad; enfermarse es sinónimo de estar en el proceso de curarse -Dato curioso de origen desconocido: los chinos le pagaban al médico sólo cuando estaban sanos, cuando enfermaban era responsabilidad del médico pagar-
La resistencia a curarse se lee en que empeoran los síntomas. Sin embargo, habiendo atravesado ese umbral (el de la resistencia/empeoramiento) el cuerpo se ha purificado y de esta manera está reseteando el mal estar.
Luego de la lucha el cuerpo queda muy cansado y necesita dormir -que es apagar la voluntad de animación- para ahorrar energías y destinarlas a reparar el daño, curarse.
La comunicación entre el cuerpo y el mente en este proceso, nos va dando las herramientas para sobrellevar mejor la crisis del sistema. Esto es: se hace un chequeo de estado que se feedbackea con la información que tiene cada uno de hacer la mejor receta para atravesar cualquier padecer, a la vez sabiendo que tendrá que tolerar el momento (intuición pura es dejarse hacer) que luego de que empeore todo, comenzará a mejorar. Así son las crisis, porque lo que funcionaba estaría generando mucha basura y habría que limpiar y comenzar de nuevo.
El temblor del sistema autonómico es expresión de reacomodación de los signos vitales sacudidos por la crisis -es como cuando las agujas empiezan a desorientarse y girar como locas de un polo al otro, calor-frío-frío-calor. Estas alteraciones son necesarias pues se desequilibra para reencontrar un nuevo equilibrio. Y hay que sacudir las tensiones y deshacerse de los deshechos. Muchas veces no queda otra que desempacharse con un vómito feroz de aquellos límites que traspasamos aún sabiendo que nos estábamos haciendo mal. Muchas veces este exorcismo corporal se lleva consigo -digo, con el vómito- aquellas emociones que se hubieron instalado hace tiempo en forma de descarga involuntaria de energía. El vómito es un rechazo y una tramitación. Sobre todo si aquellas emociones instaladas en sienes, mandíbulas, nucas, ojos, cejas, bocas, orejas, corresponden al espectro de la ira, la tensión, la bronca, el enojo, los miedos y las responsabilidades.
Lo que pude comprobar en el desvelo de la hora maldita es que de cara frente a mi propio deshecho había hecho un enchastre que se podría haber evitado -tarde para pensar así, como los arrepentidos de siempre- que me hacía cargo de mi propia devolución, si me hube torturado todo el día con aquellos hábitos mentales tóxicos que yo conozco muy bien, y había sobrepasado los límites permisibles para mi salud mental con ocurrencias extrañas de fantasmas perversos. Más que eso, le había dado lugar a ese goce de hincarse la aguja para ver cómo sangra el brazo. omití el consejo de libertad de elegir a qué destinar energía, por el libertinaje del vale todo en el escenario mental.

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