jueves, 20 de septiembre de 2007

el círculo da la vuelta

Y vuelve otra vez...

La verdad es que releyendo lo anterior, capto que estos últimos días mi escritura se volvió vaga y sin un sentido consistente, como enquistada en si misma. Ya lo dije antes, la Caja de Pandora que se deja ver en la soledad, no es moco de pavo, (diciendo mal y pronto, ¡qué metáfora detestable!)

Hace una semana, en la clase de grupos de los jueves, la profesora nos contó acerca de su experiencia como refugiada de exilio. Ella era un pibita con una beba de un año, que tuvo que huir después de haber ayudado a su amiga del alma a armar las valijas y de enterarse que se la habían llevado instantes después a algún lugar para hacerla desaparecer. No se puede hablar por arriba de estas cuestiones, pero tampoco se las puede callar. Ella lo contaba con dolor y sin embargo, con alegría de vivir. Si estas cosas no te despiertan, te despiertan lo más propio de humanos que llevamos adentro. Evidentemente, si uno elige un camino para su vida, con ciertos principios vitales que le dan un sentido trascendental (el que cada uno encuentra más apropiado para si mismo) después no transás más. Cuando estamos al límite de la vida, su significado cambia rotundamente. Lo que vale es lo que realmente vale. Y no hay vueltas que valgan.
Yo no me puedo poner en su lugar, nací mucho tiempo después, mis viejos no son desaparecidos, y aunque vivieron esa época, no la hablan demasiado. Pero eso no me impide formar mis propias ideas al respecto y hacer algo con las mismas. Fue el sacrificio humano de una generación que si viviera hoy en día, habría hecho seguramente otra realidad. Pero eso nunca lo podremos encontrar atrás. Lo que a mi me implica de esta cuestión es que ciertas cosas que damos por sentadas, no fueron siempre así y eso hace que no las valoremos lo suficiente. Acá no se trata de zurda o derecha, rojo o verde. Es una cuestión de humanidad. Nunca me pude identificar con los partidos políticos, siempre los encontré limitantes del obrar y del pensar humano. Las cosas que hice en su momento "por" la comunidad, fueron más que nada inquietudes humanas, una profunda necesidad de reparar respecto a las diferencias y a las injusticias y eso no está guiado por contratos y declaraciones políticas. Luego con el tiempo me di cuenta de que la esperanza está en los niños, que allí es donde debemos trabajar fundamentalmente. Pero que no se trata de hacer por los pobres, por los refugiados, por los vapuleados, solamente. Es un principio de vida que compromete directamente cada uno de los lazos que tenemos con los demás, los más próximos, con los que tratamos todos los días, en todas nuestras relaciones. Eso cambia la perspectiva, la hace más alcanzable y más ajustada a las posibilidades humanas. Como se dice habitualmente, el trabajo se empieza por casa y nos compromete directamente día a día, hora a hora, minuto a minuto.
No quiero hacerme la densa con todo esto. Pero cada día estoy más convencida de que es así, al menos para mi. Por eso cuesta tanto el amor. Porque en nosotros llevamos una sombra que limita nuestra mirada, nuestro comportamiento, nuestra escucha. Y que cuando conectamos desde esa sombra es cuando se producen los malos entendidos, los egoísmos, los malos tratos. Pero presa de esa sombra, o máscara, existe un saber, una pequeña luz del faro que nos guía en noches tempestuosas. Potenciarla es el trabajo de cada uno de nosotros. Si el humano trabajara más consigo mismo y por ende se comprendiera y comprendiera más al semejante, la realidad construida sería muy distinta de lo que es hoy en día. Tal vez peque de ingenua con todo este palabrerío, pero no puedo acallarlo. Ni puedo hacerme la idiota. Los idiotas son los que en la antigua Grecia no participaban de la Polis. Antes eran sólo hombres de la aristocracia que tenían tiempo para pensar. Ahora estamos muy lejos de eso, y sin embargo las relaciones de poder son el fundamento de la política y por ende la política es completamente aplicable a cualquier relación humana. No hay que ser ni un erudito ni un político para comprobarlo.
Pero hay un temita, que no es menor, y he aquí la reflexión. Cuando el poder se apodera de las relaciones amorosas, tenemos una lucha constante entre el que reconoce y el que es reconocido. Por eso cuando las relaciones se van al tacho, lo que uno tiende a escuchar y a decir en las discusiones que se van tornando habituales y constantes es algo así como "yo no soy lo que tu dices que soy", bajo el gesto de la ofensa que tiene base en el orgullo. Algo así como "ya no te reconozco". Y hasta a veces "te desconozco". Luego uno de los dos poderes en juego, se retira de la lucha y allí es el fin de esa lucha por el reconocimiento del otro, que es el puro y bien conocido blablabla yoico. Allí emerge entonces, la verdad de la milanesa. Renuncio a que me reconozcas, pues yo me hago cargo de que ya no te reconozco. Ya no puedo culparte por aquella injuria. Pues yo mismo la he cometido contra mi mismo cuando no di el brazo a torcer, para mantener en continuidad una desilusión insalvable.Ahora elijo darte mi verdad y ponerle fin a esta pelea infinita y agotadora. Ahora, por fin soy libre y vos también.

No hay comentarios.: