miércoles, 26 de septiembre de 2007

no le pidan peras al olmo


(mejor, pídanle ácido cítrico...)

Es mediodía tardío, de un día precioso de septiembre. Hasta recién estuve estudiando para rendir este mismo viernes, psicoterapias. Y ahora, en un rato, me voy para la dentista, que me agujereará una muela cariada. Espero que la anestesia no sea demasiado evidente. Y espero poder retornar al estudio cuando retorne de esta cita. Todavía me queda un módulo pendiente, acerca de la terapia cognitiva-conductual. Tiene unos principios interesantes, sobre todo en lo que respecta a poder ser uno mismo científico de uno mismo. Poder reconocer pensamientos, emociones y actos y poder hacer lazos entre los mismos, y poder aplicar ese método científico de cuestionar la verdad, las lógicas con parámetros guía para encontrar las contradicciones internas acerca de las creencias erróneas que hacen que nos hagamos trampas mentales, emocionales, conductuales. O que nos las hagan, no? Todo suena muy técnico, pero es que estoy imbuída por lo que estuve leyendo y de paso lo practico. Y me viene perfecto el ejemplo pues porque ayer, luego de sentirme tan bien como me venía sintiendo, pues tuve un llamado descolocador. Y luchar con palabras con el enemigo, resulta muy difícil. Sobre todo si nuestro enemigo nos conoce muy bien y utiliza eso en contra nuestro, con golpes bajos. Lo cierto es que bye bye! Ayer lo logró por un instante, pero no lo logró definitivamente como muchas veces anteriores. Y lo cierto es que este tiempo me hizo fortalecer mis puntos de vista, mis experiencias positivas, la relación con la gente que quiero, y ya en ese momento que tuve que afrontar el golpe bajo, no caí. Y supe pedir ayuda y me condujeron bien. Cómo cambian las cosas! No puedo dejar de admitir que era necesario un pequeño traspié, para bajar a la tierra, yo que estaba sobrevolando con fantasías la real realidad. De todos modos, como dije antes, no me siento sola. Y en estos momentos es muy importante para mi contar con el apoyo de mi familia y de mis amigos más cercanos, y de la gente que tiene buenas intenciones para conmigo. Eso me hizo modificar la imágen que tenía de mi misma y me pude defender con altura. Si bien los métodos utilizados fueron un poco precarios, no encontré otra manera de lidiar con esta ruptura que hacerlo con un corte drástico de cirugía, con un silencio en acto, que fue interrumpido, invadido, pero que finalmente bajo esas explicaciones tan buscadas de lo inexplicable, lo que implica que cada uno se tome un tiempo a solas consigo mismo y se mire al espejo. Y que no busque excusas en el otro, en la enfermedad supuesta del otro, en las imaginerías supuestas del otro, que no nos dejan revelar lo que debemos ver por nosotros mismos. La cuestión es que si mis modos no fueron los que esperaban, son los únicos modos que tengo. Son los que me hacen quien soy. Sin deberle disculpas a nadie, sin darle explicaciones a nadie. Si te gusta bien, y si no mirá para otro lado, pero no intentes modificarme a tu conveniencia, porque no soy de tu propiedad.
Allí en la contienda de lo que dije, lo que hice, lo que no hice, lo que no dije, lo que debería haber hecho y dicho, de si soy bueno, o soy malo, o soy la víctima o soy el victimario, allí mismo me di cuenta de que mi decisión estaba certísima. Allí volví a confirmar que lejos estamos mejor. Muy lejos. Ahí también me di cuenta de que debía tomarme las cosas con calma, pues porque por más de que me quisiera distraer con nuevos sueños, no podía. Debía estudiar para un parcial, por ejemplo. Darme un baño. Cenar. Entender a solas muchas cosas. Y que mejor con los pies sobre la tierra, manso y tranquilo, que nadie me corre ni me apura, que mis tiempos deben ser respetados, en principio que yo debo hacerlos respetar y empezar por respetarlos yo misma, para luego hacerselos respetar a otros. Estoy con ese tema, en principio, sin temer caer en el egoísmo, aunque eso implique que no sea fácil aceptar que una sumiza empiece a defender su punto de vista, entre otras cosas. Sin cuidar tanto del otro, porque lo que le sucede al otro, no es algo de lo que yo me pueda y deba hacer cargo. Eso no quiere decir pasarlo por encima, ni no tenerlo en cuenta, quiere decir poner las cosas en su lugar. Ubicarse. Pararse en los propios pies.

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