martes, 27 de noviembre de 2007

volare


Esto va a ser breve otra vez porque cuando tengo que estudiar para rendir un final, no me puedo dar el lugar de divagar, pero sí de aparecer.
Claro, este viernes final de Psicoterapias. Un poco a regañadientes. Pero no me queda otra tampoco. Y si hablé tanto de la adultez o madurez en aspiración, bueno qué mejor que probar en los actos que a pesar de que considero un poco la injusticia, estoy determinada a rendirlo a mi manera que sea la mejor manera. Por algo pasan estas cosas y esta materia tiene una carga especial para mi. Digamos que conozco en hechos los trastornos de ansiedad y los trastornos del estado de ánimo. I´ve been there, done that. Y si b bien el DSM IV (manual de psiquiatría que se utiliza en los hospitales para diagnosticar diversos trastornos de diversos colores y formas) es un manual denso de por sí, lo es en otro aspecto muy personal para mi. Yo veo en esos capítulos, capítulos que quiero dejar atrás de mi vida, y que conozco muy bien. Tal vez sea por eso que dar este final en particular, es más que la nota en la libreta de una materia más en la facultad. Algo así como lo que me sucedió cuando recursé psicopatología y cuando dí ese final triunfal a comienzos de marzo de este año. ¡Qué alegría inexplicable sentí! Quizás por eso, pienso y juego con las palabras y sus múltiples significados de vida, me siento un poco sensibilizada por demás. También por otras cosas, algunas de ellas signos de apertura álmica a flor de piel.
Que si el camino de aprendizaje y de los procesos llevan sus tiempos a cuestas, y parecen por momentos lentos y parecen por momentos retrocesos, son ensayos. Y saltos. Cuando menos me lo esperaba, el pichón que vivió estos días en casa, finalmente aprendió a volar y se fue a la plaza a cantar. Y lo hizo por sí mismo, pero no estaba solo. Otros pajaritos altruistas lo estuvieron ayudando con la presencia necesaria, con las distancias necesarias.

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